Múnich (revisitada)

Abrí este blog con un post que podría haber escrito en Hamburgo con la mente en Innsbruck. A diferencia de mis dos blogs anteriores, esta vez no quería que la ciudad ocupara el centro. Otros intereses me ocupan, y lamentablemente Múnich no significa la jovialidad neoyorquina ni el desarraigo hamburgués. Cada ciudad tiene su prosa y la de Múnich suena a veces a pasodoble.

Aunque la ciudad sea tachada a menudo de conservadora y provinciana, en cierto sentido me recuerda a lo que fue la Barcelona de Maragall con respecto a la Cataluña de Pujol. En seguida que uno se abisma en lo que en alemán se conoce el Süddeutsche Raum (que comprende el Sur de Alemania, Austria y Suiza), uno cae en la cuenta del profundo significado de la palabra abismo: de golpe emerge una telaraña de dialectos que varían de pueblo en pueblo y que hacen la comunicación imposible para el extranjero. Se impone el apego al terruño. Múnich asoma entonces como aquella gasolinera de la que hablaba una vez Savater en una conferencia en el Ateneo de Madrid: después de verse uno perdido un tiempo entre tanta diversidad de bosque y tribus, lo primero que piensa cuando se encuentra una gasolinera es: «La civilización».

Sé bien de lo que hablo: me pasé un año en el Tirol y por mucho que insistí no logré que ningún tirolés hablara Hochdeutsch (el alemán estándar) ni ellos lograron que yo cediera a la peculiar pronunciación sureña. A veces preferíamos hablar en inglés. A Múnich venía a repostar. La nebulosa dialectal desaparecía, o se convertía en un leve ruido de fondo. El Hochdeutsch se imponía en la calle y algunas calles se imponían al ambiente folclórico de la misma ciudad.

Palabras como HeimGemütlichkeit cobran un sentido especial en el Sur alemán que algunos alemanes del Norte envidian. Lo aprecié al poco de llegar: en pocas semanas había conocido más hamburgueses en Múnich que en Hamburgo durante siete meses. Lo que reafirma mi apego por la huraña ciudad hanseática y mi desconfianza por el terruño bávaro. Múnich es la gasolina que hace arder el terruño; el mismo terruño de que está formada.

2 pensamientos en “Múnich (revisitada)

  1. David Robert dice:

    Es tal y como dices: Munich parece provinciana hasta que uno se asoma a la Baviera profunda. Y el símil político no puede ser más atinado: también Munich es un oasis del SPD en medio de un Land dominado por la (casi reaccionaria) CSU. Y los paralelismos no terminan ahí: como hizo Maragall en su momento, también el alcalde Christian Ude dará el salto a la política regional y luchará por la presidencia de Bayern en las elecciones de 2013.

  2. la profe dice:

    Ningún tirolés? Ni una sola tirolesa habla Hochdeutsch? Venga, Javi ,no seas tan cruel…pero si crees que los de Norddeutschland hablen gutes Hochdeutsch te tengo que decepcionar. Si sales de las grandes ciudades en el norte tambien vas a encontrar una gran diversidad de variantes regionales del alemán, que yo, como soy una nativa del Süddeutschen Raum no puedo entender tampoco. Y los habitantes de las ciudades cosmopolitanas ,como tu dices, que pretenden hablar el verdadero Hochdeutsch, tampoco lo logran. Eso es lo complicado con el alemán. Por que SI, ES dificil para todos!
    Entiendo que los dialectos no facilitan el aprendizaje del alemán, pero hay que tener en cuenta, que los dialectos nos enriquecen y nos hacen diferente. Forman parte de nuestra historia y cultura. No se debe depreciar a la gente que hable dialecto, como si fueramos monos incultos. Por que así uno se alinea a un cierto grupo de Mitbürger alemanes que tratan a los extranjeros como tontos, solo por no hablar suficientemente alemán! Ojalá se puedan conservar los dialectos, pero las perspectivas son pésimas en estos tiempos del mainstream mundial! En los cuales los jóvenes prefieren adaptar un lenguaje uniforme para ser «guay»…y aparentar un poco cosmopolitano!

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